El cimiento básico de la Nación que asomaba...
«Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. (...) Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de resto de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe (…) Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad (...) Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto (...) Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la Historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí, presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo.» [1]
Todos los trabajadores fuimos héroes...
«Nunca es tarde para describir lo que fue Perón para la masa trabajadora (...) Sí, la masa, me gusta decir la masa porque la masa tiene vida, no es una entelequia. La masa se autoprotege, dignifica y retroalimenta. La masa late en cada corazón. Y en este bendito país, la masa es Peronista. (...) Mientras la masa exista, el Pueblo está a salvo. Sí, el 17 de Octubre lo hicimos nosotros. Yo, mis compañeros y un par de millones de grones más, claro. (...). Aquel día glorioso, cuando nos desconcentrábamos de la Plaza de Mayo, marchábamos felices, satisfechos porque el Coronel Perón estaba libre y comenzaba a comandar la lucha del Pueblo en busca de sus reivindicaciones más elementales (...) Nosotros fuimos a la plaza para apoyar al Coronel Perón en su reivindicación. Porque aquel 17 de Octubre del 45 en el que todos los trabajadores fuimos héroes, estábamos haciendo una revolución. Otra palabra no sirve para describir lo que fue aquello. El Coronel Perón nos había hablado a la masa que palpitaba orgullosa de su lucha, y cuando pasamos por la puerta del diario Crítica, nos dispararon salvaje y cobardemente (...). Cayó al ladito mío Darwin Passaponti, víctima de un certero tiro en la cabeza. Unos días antes había escrito este poema premonitorio...
'Quiero cruzar la vida
Con la cruz del rayo
Que el espacio alumbra
Seguro de no vivir más que un instante
Seguro de no morir debilitado
Así como el rayo
Corto, breve y soberano' »[2]
No había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder...
«Me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia (donde yo vivía); el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular y enseguida, su letra: 'Yo te daré / Te daré Patria Hermosa / Te daré una cosa / Una cosa que empieza con P / Peroooooón'. Y aquel 'Perón' resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí y amé a los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina 'invisible' que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar a sus millones de caras concretas y que no bien las conocieron, les dieron la espalda. Desde aquellas horas, me hice peronista.» [3]
No nos movimos hasta que Perón nos habló por primera vez desde ese balcón...
«El 17 de octubre de 1945, a las 8 y 30 de la matina, yo estaba en la Panadería 'La sin rival', de Irala, entre Suarez y Brandsen, cargando el carro que arrastraba mi bicicleta para llevar un pedido de pan hacia Avellaneda. Cuando llegué al puente que separa Capital de Provincia, lo estaban elevando para intentar frenar a la masa obrera de los frigoríficos del sur y de algunas fábricas, guiados por Cipriano Reyes, que marchaba rumbo a la Plaza de Mayo para exigir la liberación de Coronel Perón. Cuando vi que la gente se tiraba vestida para cruzar a nado el riachuelo, no lo dudé. Me fui con el carro hasta la orilla adonde llegaban empapados y recibía a cada obrero con un pan calentito. Dejé la bici en la panadería sin ninguna protesta de mi patrón y me fui a la plaza con los muchachos. Qué sé yo cuántas horas esperamos. De golpe, Cipriano Reyes que hasta hacía un ratito nomás había estado al lado nuestro, se apareció en un balcón de la Casa Rosada exhortando a la multitud y a los garcas de turno, que hasta que no lo liberaran a Perón no nos pensábamos mover de la plaza. Y no nos movimos hasta que Perón nos habló por primera vez desde ese balcón (...) Cuando lo voltearon en el 55 estuve un mes sin dormir. No había consuelo. Mi mamá me llevó al médico porque había perdido como 10 kilos de peso, ni ganas de comer tenía. 'Qué te duele?' preguntó el doctor. 'Perón me duele'» [4]
Fue algo que emocionaba y contagiaba a mucha gente el sentimiento...
«... Pasamos como balazo (...) y anduvimos gritando y qué sé yo (...) Era un enloquecimiento tremendo. Nos abrazábamos y gritábamos como locos (...) fue muy lindo. Una muchedumbre así, que estaba motivada, a medida que crece el entusiasmo se va enloqueciendo cada vez más. Decíamos que había que dar la vida por Perón y fue algo que emocionaba y contagiaba a mucha gente el sentimiento: mucha gente lloraba (...) » [5]
Todavía les dura el pavor y el odio que les provocó ese 17 de octubre...
«Una tarde del invierno de 1933, una muchedumbre como nunca se había visto se congregó en el centro de Buenos Aires para asistir al entierro de Hipólito Yrigoyen. Esa demostración popular sólo mereció desprecio y desdén a la oligarquía gobernante: se trataba de una chusma que, gracias a la diligente acción policial cuando había elecciones, no afectaba para nada la hegemonía social y política de los selectos.
Doce años más tarde, la ciudad volvió a ser ocupada por una multitud que se volcaba en un acto de adhesión a su caudillo. Esta vez los sectores privilegiados no se burlaron: todavía les dura el pavor y el odio que les provocó ese 17 de octubre. Y también la ignorancia sobre el significado profundo de lo ocurrido.
Es que el fenómeno escapaba a la capacidad de comprensión de las clases dominantes. Aceptaron la explicación de que se trataba de una manifestación de malvivientes, grupos de desclasados y marginales ("lumpenproletariat", aclararon los cultos de su "izquierda" cipaya), reclutados por la policía. Así fue como pocos meses después, el misterio policial de octubre se transformó en el misterio matemático de febrero: todos los partidos políticos, los dueños de todos los votos, eran derrotados electoralmente por las organizaciones que habían formado apresuradamente el nuevo movimiento nucleado en torno a Perón.» [6]
Ante mí estaba la presencia física de la única y verdadera soberanía: la del Pueblo...
«Habían ocurrido muchas cosas desde el día en que renuncié a todo cargo gubernativo; la prisión en Martín García y ese momento en que estaba en el balcón de la Casa Rosada, frente a una impresionante multitud de humildes hombres y mujeres, que aguardaban desde la mañana a que yo apareciese. ¡Ahí estábamos el Pueblo y yo, frente a frente! El Pueblo era todo oídos y yo tenía que ser la voz. Me asaltaban muchas dudas. ¿Qué decir? Detrás de mí, muy próximos a mí, todavía, la prisión, la amargura que provocan las defecciones, actitudes mezquinas propias de pequeños hombres, y ante mí estaba la presencia física de la única y verdadera soberanía: la del Pueblo. Y el Pueblo quería saber. Yo comprendía que la circunstancia era histórica. Una torpeza podría convertirla en una anécdota fugaz o en un episodio indigno de sus motivaciones profundas. Fue entonces cuando la intuición vino en mi ayuda: tenía que pedir al Pueblo que, previo a todo, entonase las estrofas del Himno Nacional. Fue un coro impresionante por el número de personas y por su solemnidad. La Canción Patria me centró, me colocó en el exacto lugar del momento en que vivíamos, para decir la palabra precisa, el pensamiento justo. Y hablé. ¡Ese discurso fue el mejor que yo haya pronunciado en toda mi vida!»
Juan Domingo Perón [7]
17 de Octubre de 1945. Discurso del Coronel Juan Domingo Perón. Balcón de Casa Rosada.
[1] Raúl Scalabrini Ortiz. Tierra sin nada, tierra de profetas, Buenos Aires, Plus Ultra. 1973.
[2] Luis Longhi. Yo conocí a Perón. Lea. 2014.
[3] Testimonio de Leopoldo Marechal. Fermín Chávez (comp). La jornada del 17 de octubre por 45 autores. Corregidor. 1996.
[4] Luis Longhi. Yo conocí a Perón. Lea. 2014.
[5] Testimonio de Juan Carlos Giadas. René Orsí. Reseña Histórica del Partido Justicialista de La Plata 1945-1955. Ed. de autor. 2000.
[6] John William Cooke. Peronismo Revolucionario. 1966.
[7] Palabras de Juan Domingo Perón. Américo Barrios, Con Perón en el exilio. Ed. Treinta Días. 1964.
[2] Luis Longhi. Yo conocí a Perón. Lea. 2014.
[3] Testimonio de Leopoldo Marechal. Fermín Chávez (comp). La jornada del 17 de octubre por 45 autores. Corregidor. 1996.
[4] Luis Longhi. Yo conocí a Perón. Lea. 2014.
[5] Testimonio de Juan Carlos Giadas. René Orsí. Reseña Histórica del Partido Justicialista de La Plata 1945-1955. Ed. de autor. 2000.
[6] John William Cooke. Peronismo Revolucionario. 1966.
[7] Palabras de Juan Domingo Perón. Américo Barrios, Con Perón en el exilio. Ed. Treinta Días. 1964.