Evita. Por Ricardo Carpani |
“Yo entendí enseguida que era realmente Evita. Era puro amor por el Pueblo.
“Era una maravilla. Una muñeca de belleza, acompañada de
una tremenda fe. Esa fe, estaba depositada en su amor al Pueblo y en su amor
por mí. Porque en mí, veía ella la encarnación de ese amor popular.
Porque fue eso. Fue amor, lo que nos unió al Pueblo, a
Eva y a mí.
Juntos iniciamos el camino. No fue fácil para ella. Había luchado
desde abajo.
“Un día llegó, al lado mío; era una chiquilla. Tenía luz
en los ojos. Era capaz de todo por su Pueblo. Luchó hasta morir por ellos. Hizo
de su vida lo que quiso el Pueblo.
“Hizo una entrega total y absoluta. Tanto fue así que le
costó la vida.
Ella se fue en su momento. Yo me iré en el mío. Pero lo que
hicimos no se puede destruir con la muerte.
Cada uno de los tres, el Pueblo, Eva y Yo, en el otro que
subsista, vivirá, y el Pueblo será el que nos sobrevivirá.
“Pudo ser una princesa. Pudo tener el mundo a sus pies.
Pero, prefirió ser la madre de los pobres y los descamisados. De los niños
desamparados y de los ancianos. Era realmente una santa.
Los humildes la adoraron y ella tomó como único precio
por su vida, ese cariño. Lo prefirió a cualquier otra cosa en el mundo. Esta
elección, la hizo ella sola. Absolutamente.
“No le fue fácil, pobrecita. Era una mujer muy frágil
físicamente. Pero dio todo de sí.
Nunca esperó nada ni pidió nada. Nos quiso y eso fue
todo. Nunca nos dejará.