El PERONISMO no se aprende ni se proclama, se comprende y
se siente, ha dicho Perón.
Por eso es Convicción y es Fe.
Es convicción porque nace
y se nutre en el análisis de los hechos, en la razón de sus causas y de sus
consecuencias. Tiene el empuje y la dinámica de la historia en marcha. Es la
conciencia hecha justicia que reclama la humanidad de nuestros días. Es
trabajo, es sacrificio y es amor, amor al prójimo.
Es la fe popular hecha
partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria y que hoy
proclama el Pueblo en mil voces distintas en procura de una libertad efectiva nunca
alcanzada, a pesar del dolor y del esfuerzo de este glorioso Pueblo de
descamisados.
¿Cómo las mujeres argentinas podrían desertar de esta
causa de todos?
En la lucha todos tenemos un puesto y esta es una lucha
abierta por el ser o no ser de la Argentina.
Luchamos por la Independencia y la Soberanía de la Patria, por la Dignidad de nuestros hijos y de nuestros padres,
por el Honor de una Bandera y por la Felicidad de un Pueblo escarnecido y
sacrificado en aras de una avaricia y un egoísmo que no nos han traído sino
dolores y luchas estériles y destructivas.
Si el Pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser Peronista sería un derecho; en nuestros días, ser Peronista es un deber. Por
eso Soy Peronista.
Soy Peronista, entonces, por conciencia nacional, por
procedencia popular, por convicción personal y por apasionada solidaridad y
gratitud a mi Pueblo, vivificado y actuante otra vez por el renacimiento de sus
valores espirituales y la capacidad realizadora de su jefe: el General Perón.
Mi dignidad de argentina y mi conciencia de ciudadana se sublevó ante una
patria vendida, vilipendiada, mendicante ante los mercaderes del templo de las
soberanías y entregada año tras año, gobierno tras gobierno, a los apetitos
foráneos del capitalismo sin patria y sin bandera.
Mi solidaridad con el Pueblo, cuya callada epopeya he
sentido en mi carne y he sufrido en mi sensibilidad, reafirma mi Peronismo.
Porque he vivido los problemas del movimiento, su difícil gestación, su
desenvolvimiento y la victoria final de la Revolución y porque he pulsado el
amor apasionado que el General Perón alienta por su Pueblo y por sus
vanguardias descamisadas, es que me he convertido en humilde de esta causa del Pueblo, un soldado con una fe inquebrantable en el éxito y con un deseo
irrefrenable de quemar mi vida para alumbrar el camino de la liberación
popular.
Soy Peronista porque veo al General Perón levantarse al
amanecer y agotar su salud en interminables jornadas para proveer al bienestar
de su Pueblo; soy Peronista porque gradúo con su fatiga la felicidad de su
espíritu por llevar alegría y dignidad a los trabajadores argentinos; soy Peronista porque me ha sido concedida la felicidad de compartir sus luchas, de
sufrir sus dolores, de vivir sus alegrías y de alimentar sus esperanzas, en un
futuro mejor para todos los que trabajan y para todos los desvalidos, de
quienes nadie se acordó hasta que él llamó al pueblo a la realidad de nuestra
patria.
Soy Peronista, en fin, por convicción y por sentimiento, por confianza
en la bondad y en los esfuerzos de los descamisados, en esta lucha por la total Independencia Económica de la Patria, por nuestra completa liberación y por
nuestra absoluta y limpia Soberanía.
Este Peronismo mío se ha retemplado en la lucha, se
alimenta de ella y se afirma en la fe. Tiene la fuerza incontenible de las
causas justas. Se ha forjado en la dignificación del trabajo, en la
humanización del capital, en la protección al desvalido, en la prodigiosa multiplicación
de escuelas y hospitales, en la potencialidad de las fábricas levantadas por la
Revolución, en las mejoras al obrero del campo.
Este Peronismo mío se ha
forjado y se afirma en este mismo lenguaje, que uso para definirlo, que es
lenguaje de Pueblo y que choca y desagrada a los que usan el lenguaje de la
mentira coligada.