Martín García, 14 de octubre de 1945
Srta Evita Duarte
Mi tesoro adorado: Sólo cuando nos alejamos de las personas queridas podemos medir el cariño. Desde el día que te dejé allí, con el dolor más grande que puedas imaginar, no he podido tranquilizar mi triste corazón.
Hoy sé cuánto te quiero y que no puedo vivir sin vos.
Esta inmensa soledad está llena de tu recuerdo. Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salga nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos. [...] en cuanto llegué, lo primero que hice fue escribirte. No sé si habrás recibido mi carta que mandé certificada. Te encargo que le digas a Mercante que hable con Farrell para ver si em dejan tranquilo y nos vamos a Chubut los dos [...]
Debes estar tranquila y cuidar su salud mientras yo esté lejos, para cuando vuelva. Yo estaría tranquilo si supiese que vos no estás en ningún peligro y te encuentras bien.
[...]
Trataré de ir a Buenos Aires por cualquier medio, de modo que puedes esperar tranquila y cuidarte mucho la salud.
Si sale el retiro, nos casamos al día siguiente, y si no sale, yo arreglaré las cosas de otro modo pero liquidaremos esta situación de desamparo que tú tienes ahora.
Viejita de mi alma, tengo tus retratitos en mi pieza y los miro todo el día, con lágrimas en los ojos. Que no te vaya a pasar nada porque entonces habrá terminado mi vida. Cuidate mucho y no te preocupes por mí, pero quereme mucho que hoy lo necesito más que nunca.
Tesoro mío, tené calma y aprendé a esperar. Esto terminará y la vida será nuestra.
Con lo que lo que yo he hecho estoy justificado ante la Historia y sé que el tiempo me dará la razón. Empezaré a escribir un libro sobre esto y lo publicaré cuanto antes, veremos entonces quién tiene la razón. El mal de este tiempo y especialmente de este país son los brutos y tú sabes que es peor un bruto que un malo.
[...]
Mis últimas palabras de esta carta quiero que sean para recomendarte calma y tranquilidad.
Muchos, pero muchos besos y recuerdos para mi chinita querida.
Perón